Finalmente, en el MainStage, punk-rock americano con The Offspring y sus compatriotas más celtas Dropkick Murphys. Las dos bandas nos deleitaron con sus riffs a un público sobreexcitado que evitaba la insolación gracias a un cañón de agua. Debido a las condiciones abrasadoras, la organización permitió excepcionalmente la entrada de cantimploras y botellas cerradas. Cuatro ventiladores de agua gigantes proyectaron sus refrescantes gotas hasta a 60 metros de distancia. Los asistentes al festival también disponían de columnas de agua se vertían desde unos 15 metros de altura.
Cae la noche en la catedral. En el escenario, los cabezas de cartel Deftones inician su espectáculo de Nu Metal justo a tiempo. Y todo un reto para los programadores; escenarios gigantescos que se desmontan e instalan para el siguiente grupo en menos de una hora. Sin embargo, el Hellfest nunca sufrirá un minuto de retraso en 7 días de conciertos.
Un olor a queroseno emana de las estructuras metálicas de los puestos de merchandising y de las barras hechas a base de contenedores. Desde las luces de la pequeña plaza cercana hasta los juegos de luces y pirotecnia, es difícil decidir hacia dónde dirigir la mirada. El espectáculo es inmenso. Hablando de combustibles fósiles, Hellfest funciona con fuel oil. “Es el consumo más intensivo en energía en Francia ya que, durante el festival se consumen 300.000 litros de fuel oil. Y eso no es lo único que se mide en cientos de miles de litros. La cerveza de los asistentes al festival se transporta desde los camiones hasta los dispensadores a través de 4 kilómetros de tubería.
El sábado, la cola interminable para las duchas hace que empiece a aparecer cierto parecido a cangrejo en algunos asistentes al festival reacios a usar protector solar. Pocas horas de sueño, calor abrumador, la sombra comienza a adquirir el valor digno de un diamante precioso en algunos momentos en los que el Lorenzo aprieta con despiadada fuerza.
Fue en medio del show de Airbourne ese mismo sábado por la tarde que comenzó a llover por primera vez; por fin un poco de fresco. Y también con ello la oportunidad de quedarse y charlar hasta las tantas con viejos amigos, o acercarse a ver las justas de carritos de la compra; todo ello parte fundamental de Hellfest. También los desencuentros fortuitos para su posterior solución amistosa, como nos ocurrió aquella noche con nuestro vecino un ilustre Neo Zelandés grande como un armario al que cariñosamente apodamos como el Uruk Hai. Debido a su fama, la mitad de las nacionalidades del globo están representadas en el festival, y de momento no se conoce ninguna donde no se aderecen estos encuentros con litros de birra y demás mejunjes espirituosos.
Mientras el grupo ucraniano Jinjer -autorizado excepcionalmente para salir de su país en estos momentos de guerra- toca en el MainStage. Ponemos rumbo a la Warzone; atrezado de tal manera que recuerda a un campo de prisioneros con sus altas empalizadas, torres de vigilancia y alambre de espino. Pero sobre todo, uno de los mejores lugares para comer en Hellfest bajo la mirada paternal de la estatua de Lemmy Kilmister, el cantante de Motörhead fallecido en 2015.
Reponer fuerzas en el festival es fácil: Food Court, Hellgate, Metal Corner, Warzone…La oferta es casi interminable, incluso para vegetarianos y la espera, razonable si evitamos las horas punta (aun así, quédate con este consejo: las pizzas que siempre tardan en cocinarse) y los precios están en línea con los que se practican en nuestro país vecino.
Volviendo al asunto musical, volvemos a poner en práctica la misma estrategia este domingo por la noche que la ensayada el día anterior: un acercamiento discreto mientras comemos algo y bebemos tranquilamente para el enfurecido Nu Metal del grupo Korn, un acercamiento estratégico hacia el escenario mientras Judas Priest conducen una Harley Davidson en MainStage 2 y ahora sí, es momento de darlo todo en el foso durante la explosiva actuación de Gojira. Aplazada por riesgo de incendio, la tradicional pirotecnia tendrá que esperar su momento para aparecer ya en los últimos días de Hellfest.
Una vez terminado el primer fin de semana, es momento de recoger la mochila y dejar las tiendas a recaudo de nuestro querido Uruk Hai. Nos alejamos unos kilómetros del festival, a un pueblo cercano como hoplitas que llegasen de combatir en el mismísimo infierno, chamuscados por el sol y harapientos por la costumbre desaparecida de la ducha mañanera.
Un pequeño impase de 3 días para holgazanear y reponer fuerzas para el segundo fin de semana.
Las íbamos a necesitar.
Por fin llega el jueves y milagrosamente podemos regresar de nuevo al festival con equipaje y nuevos componentes incluidos, lo que hace la vuelta más divertida pero también más apretada. Mención aparte a Aritz amigo y conductor esforzado que va con el coche repleto, como si se acabasen los mercados del mundo y le hubiesen dado a él lo sobrante. Por fin llegamos al festival y al punto culminante de la tarde del jueves: Scorpions. Inicialmente previsto para la noche del domingo, el grupo alemán fue remplazado por Metallica; el monstruo sagrado del Heavy Metal. El cantante y guitarrista estadounidense James Hetfield y sus acólitos son también el motivo del paso de esta segunda edición de una configuración de 3 a 4 días. Baterista de la banda Scorpions desde 2016, Mikkey Kee se une al escenario al final del concierto con Phil Campbell, quien además tocaba temprano esa misma tarde con sus 3 hijos. Los dos ex integrantes de Motörhead rindieron un vibrante homenaje a su colega y antiguo líder, el cantante Lemmy Kilmister, fallecido en 2015. Al pie de la gigantesca estatua que coronaba la War Zone con el cigarro aún humeante, desvelaron, una ornamentada pirámide de su famoso sombrero acompañado por una botella de bourbon y una placa conmemorativa. De esta forma, y aunque siempre había sido así, una parte de Lemmy se queda, oficialmente, para siempre en Hellfest.
Parece que 2 semanas de festival solo pueden deparar nuevas aventuras. Los dioses del metal están enojados como el Uruk Hai el primer fin de semana. Una fuerte lluvia se cierne sobre el Hellfest desde el viernes y además, 3 horas por delante de las previsiones de Météo France. Aviso: no es un poco de llovizna bretona. Los ponchos y K-way que resisten y que la gente ha tenido la previsión de llevar (cosa que un servidor, pues ni lo uno ni lo otro) aguantan hasta el final del espectacular bolo de Alice Cooper. Por desgracia para NIN, es necesario un viaje de ida, muchas veces sin retorno, a la tienda para buscar cualquier elemento utilizable como impermeable. Regreso solo para el final de NIN y una guitarra deja escapar un último aliento después de estrellarse contra el suelo. La velada cerrará con dos clásicos del rock: Megadeth y el barro.
Con la vuelta del sol en la tarde del sábado, el suelo todavía retiene agua y el barro arruina las zapatillas que pretenden pasar por el césped. El concierto completamente loco, como de costumbre, de Airbourne promete una buena velada. No falta ni un solo ritual: implosión de lata de cerveza contra el cráneo, un público desatado y muy numeroso dándolo todo y el guitarrista-cantante y batería eléctrica Joel O’Keeffe finalizando y agradeciendo el trabajo de los organizadores, los agentes de seguridad particularmente solicitados por los slams, esas oleadas de gente que en cierto momento amenazan con romper las barreras de contención y de la cordura; así como el de los técnicos (son aproximadamente 600 en el festival).
Nightwish entra en escena; el contraste de Metal Sinfónico y Hard Rock es violento. La atmósfera se calma y se vuelve eléctrica; los asistentes al festival se abren camino por la zona de pavimento. La convivencia promete ser curiosa con un gran público atraído por los Guns N’ Roses, un grupo que se ha convertido en leyenda y cuyas camisetas se venden todo el año en Primark.
Comienza el concierto; ¿Problema de equilibrio o sonido? No solo los estragos del tiempo, los excesos de todo tipo y el Botox sobre el cantante Axl Rose. El paso del tiempo en el Rock’n’Roll es a veces cruel y devastador. Sin saberlo, nos posicionamos en un “pasillo trampa”. El público que insiste en avanzar, menos experimentado, nunca llegará a la barrera de seguridad: se caen y se amontonan en unas “filas” delante de nosotros. “Welcome to the Jungle” resuena en el escenario; un título oportuno. Los mamporros se enlazan sobre nuestras cabezas cada 30 segundos y sentimos el movimiento de la multitud a nuestras espaldas. Es hora de moverse hacia la derecha para encontrar un poco más de serenidad mientras la banda toca extrañamente “Back in black” de ACDC.
“Paradise City” será un final un tanto triste que se mezclará con un sentimiento de compasión. Necesidad de olvidar con una buena dosis de punk y The Exploited en la Warzone.
Estas dos últimas noches, el termómetro roza los 10 grados; el contraste es llamativo con la semana anterior. Comprar un gorro en el Extreme Market o ponerse un par sudaderas y pantalones se ha vuelto necesario incluso para dormir. Al final de la mañana, el barro se seca bajo los rayos de sol que se abren paso entre las nubes, congelando en el suelo las huellas de los asistentes al festival como si fuese un precario Hollywood Boulevard.
Un domingo enérgico que arranca con Tagada Jones y Bullet For My Valentine. Para el concierto de Metallica, hay novedades: será en el centro del área de conciertos a unos cientos de metros del escenario, desde donde se desplegará una enorme pasarela. Una ubicación ciertamente remota pero que garantiza ver la parte superior del MainStage 1 y las 2 pantallas gigantes situadas a ambos lados. Todos los asistentes al festival están ahí y el show de los gigantes del Heavy Metal es memorable. Hacía tiempo que Hellfest los estaba esperando… “Nothing else matter” (y realmente así era),y ya somos parte de la familia Metallica según su cantante James Hetfield. Termina el show. Fuegos artificiales.
La experiencia Hellfest llega a su fin. Tenemos que hacer de nuevo las maletas con el aire fresco de la mañana del lunes y emprender el regreso. Sin embargo, una pareja sentada cerca todavía lleva su pulsera del festival en las muñecas; al igual que los 2 jóvenes que pasan por nuestro lado. Unos momentos después, desfilarán cuatro hombres de unos cincuenta con chaquetas remendadas con una inscripción: Hellfest.
Los Hellbangers volveremos en 2023.