La segunda parte de la noche  la abrió La Desbandada, quienes, por segunda vez con su baterista nuevo en la capital, demostraron un talante a rabiar desde el primer acorde. La calidad inquebrantable de este grupo autodidacta, forjado a sí mismo a base de lucha y dedicación, resonaba en cada rincón de la Sala Moby Dick. Desde El Vendrell en Tarragona hasta la capital, La Desbandada ha escalado cada peldaño en la cultura musical, vendiendo más entradas con cada visita y ganando seguidores que se suman a la caza de cuervos, dispuestos a morir escuchando a estos claros descendientes de la esencia del rocanrol.

Con un repertorio que abarcó clásicos y canciones más nuevas como «Las Musas» y la mítica «Hoy Venimos a Morir», junto con temas más recientes como «Recuerdos Rotos», el público se sumió en una experiencia musical inolvidable. Desde el frente hasta los rincones más lejanos de la sala, todos coreaban las letras, demostrando que La Desbandada es capaz de embarcar todos los gustos y momentos de la vida en su música.

La transición desde sus comienzos como grupo que conociera hace años atrás hasta ahora es imparable. La banda de El Vendrell, Tarragona, irrumpió en el escenario con tal fuerza y carisma que no tardó en encender la mecha de la pasión roquera. Un grupo que se define por su entrega y autenticidad. Desde las primeras notas hasta las ultimas, la sala se convirtió en un mar de energía y devoción.

Clásicos como «Lo siento» u “Buscando mi Destino” resonaron con una intensidad desgarradora, mientras nuevas composiciones como «Si tiene que ser» o “Nacimos pá Ganar” encendieron la llama de los corazones valiente que luchan y no se rinden ante nada. La conexión entre el público y La Desbandada fue evidente: incluso aquellos en la parte trasera de la sala no paraban de cantar, mientras la prensa agolpada buscaba capturar el momento en retratos llenos de vida, ya fueran o no en blanco y negro.

A pesar de las limitaciones de las luces, que tal vez fueron el único punto flaco de la sala, el sonido fue espléndido y el ambiente, inmejorable. Ekko y La Desbandada se convirtieron en más que simples bandas; fueron catalizadores de emociones, recordándonos que el rocanrol es más que música: es una forma de vida.

En lo personal, la noche sirvió como testimonio de que un grupo de jóvenes valientes continúan luchando y creando, mientras que,  otro es la banda sonora de mi vida, y la unión de muchas cosas bonitas a lo largo tanto de la noche como de la vida.

Gracias Ekko, gracias La Desbandada, por recordarnos que soñar es fácil, pero creer en el rocanrol como vosotros nos enseñáis, es un acto de valentía y complicidad que trasciende el tiempo. ¡Larga vida al rocanrol!

Fotógrafo: Juan Carlos García Jiménez

Redactora: Caperucita Rock